por África Urbano, psicóloga de la Unidad de Obesidad del HMM.


La obesidad es una amenaza para la salud física de hombres y mujeres. Pero, con respecto a la salud mental, según datos de un estudio realizado en la Unidad de Obesidad del HMM en 2016, son las mujeres quienes están en mayor nivel de riesgo.

En dicho estudio se compararon muestras de hombres y mujeres con inicio de sobrepeso en la infancia; con inicio de sobrepeso en la adolescencia; y con inicio de sobrepeso en etapa adulta. También tuvimos en consideración el ambiente de crianza, los dos extremos del continuo ambiente restrictivo-ambiente obesogénico y su influencia en los patrones de comida desajustados de nuestra población.


Comprobamos que, en todos los casos, las mujeres presentan mayor afectación a nivel psicológico: pérdida del bienestar psicológico, baja autoestima, ansiedad, depresión, ingesta emocional, trastorno de los atracones, y síndrome de la ingesta nocturna.

Con respecto a la edad de inicio del problema existen estudios sobre el tipo de atribuciones que reciben los niños y las niñas con sobrepeso durante la etapa escolar. Atribuciones negativas que no solo hacen referencia a lo físico, sino que también aluden a aspectos emocionales y comportamentales. En principio, podríamos suponer que el impacto de estas atribuciones afectaría psicológicamente por igual a ambos sexos. Sin embargo, las mujeres se ven más afectadas y, desde 2º ESO, las diferencias entre los sujetos de nuestro estudio, empiezan a ser significativas.


Existe en nuestra muestra otro grupo de pacientes, con historias de inicio de la obesidad en etapa adulta, criados en ambientes normalizados que comenzaron a ganar peso cuando cambió su situación vital: estudios y/o trabajo, embarazo. En estos casos, al poder realizar una atribución externa al problema del peso, generalmente los pacientes de ambos sexos no se sienten dañados a nivel interno y tienen más recursos para modificar la situación.


Con respecto al contexto de crianza, es más frecuente encontrar ambientes restrictivos en entornos socioeconómicos medio-altos y altos, y ambientes obesogénicos en estratos medios o medio-bajos. Los mensajes que reciben los niños criados en ambos extremos de este continuo son diferentes. En el primer caso, encontramos en numerosas ocasiones hábitos de alimentación y ejercicio inadecuados. Los estudios muestran que personas con sobrepeso/obesidad están muy estigmatizadas en estos contextos y el mensaje que se trasmite a niños y adolescentes, sea implícito o explícito, va asociado a atribuciones negativas relacionadas con lo que sale de su norma a nivel físico, sintiéndose los niños de ambos sexos rechazados.


En la adolescencia, si el peso sigue siendo un problema, las niñas saldrán peor paradas. La reiterada exposición a comentarios negativos sobre el peso y la imagen, la sensación de estar fallando a ese mandato de perfección, genera un impacto sobre la autovaloración y todo ello puede derivar en estados de ansiedad, depresión y/o trastornos de la conducta alimentaria.


Por otro lado, los niños que crecen en ambientes obesogénicos también reciben, al igual que en el caso anterior, de forma implícita o explícita, un mensaje inadecuado. En este caso, se banaliza sobre el peso y los hábitos saludables, y se propician entornos sedentarios y tendentes a la procrastinación. En estas familias también los patrones de conducta, en relación con la comida, están alterados. Detectamos en estos pacientes distorsiones viso-perceptivas con respecto a la cantidad de alimento que se sirven, con respecto al volumen de su cuerpo, incluso con el lenguaje que utilizan. Ellos no se describen como obesos, se consideran «fuertes». Cuando se enfrentan a valoraciones técnicas realizadas por su doctor (IMC, medidas antropométricas, etc.), generalmente se asombran. Muchos de ellos internamente están haciendo una negación del sobrepeso, y viven en una situación de autoengaño. Durante la etapa infantil estos niños, a diferencia de los anteriores, se sienten aprobados por su entorno. En la adolescencia, puede haber cambios en este sentido y, una vez más, serán las niñas quienes manifiesten mayor nivel de duelo con respecto a su imagen.


En definitiva, la obesidad es un estigma que afecta más a las mujeres, generando en ellas un malestar psicológico que puede derivar en trastornos de ansiedad, depresión y/o trastornos de alimentación.